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Ruta marina

En este mar bravío
como es la vida
bogamos cual navíos
a la deriva,
sin rumbo ni horizonte
que nos sorprenda
donde viven los hombres
de sus prebendas.
Temporal que arrebata
de nuestras almas
la expresión que delata
desesperanza.
Y se estrecha el camino
sobre las aguas
por cortarnos el hilo
de nuestra andanza.
Nos preserva la lona
del firmamento
del salitre que borra
los sentimientos.
Rebelión en la popa
que nos previene
del furor de la tropa
falta de bienes.
Enmudece el rugido
de la tormenta
el más leve latido
de la existencia.
Desgarrada bandera
que abate el viento
si el reloj de las horas
atrapa el tiempo.
Navegar vagabundo
que nos distancia
del murmullo del mundo
y de su asechanza.
Algo oculta el sendero
de nuestra nave,
ya que un sino certero
no tiene nadie.

Tatiana Sánchez

Yo amo, yo perdono

Un cielo vacío,
sin dones ni almas;
demasiada calma
para los sentidos.

¿Qué secreto esconden
tus ojos vahídos
que el horizonte
no encuentran motivos
para detenerse
y llorar conmigo?
¿Qué calla tu boca
que nunca me has dicho?

¡Dime cuanto quieras!,
¡miente si es preciso!
Que el amor que entregas
yo no te lo pido.
Más vale una lila
difunta del frío
que tantas promesas
sin haber cumplido.
Tu ausencia mantiene
mi esperanza en vilo.

Volveré mañana,
-dijo decidido-,
y desde aquél día
nunca más lo he visto.
Marcho soleando,
aunque ensombrecido.
Sus besos arcaicos
(miles recibidos)
siguen ocupando
mi cuarto vacío.

No le ven mis ojos
venir erigido
sobre su apariencia
de hombre distinguido.
¡Qué canten los gallos
mi pena y su olvido!

Una tierra llena
siempre de lo mismo:
el adiós, la espera
corriendo visillos
por ver si regresa
lo que ayer perdimos.
Tapiada mi puerta,
mi jardín marchito,
la luna enlutada
y el aire extinguido.

Quizá no regreses…
Tal vez te hayas ido
por necio y cobarde,
falto de cariño,
que te queda grande
tanto amor y mimo.
Lo siento por ti,
yo sintiendo sigo.

Canción de gratitud


Apareciste en mi vida
como el sol cada mañana
cuando escala el horizonte
e impregna toda la tierra
del poder de sus entrañas.
Estrella repentina y peregrina,
vigía del cielo de mis noches,
espía de mis sueños
que colmas y complaces.
Abanderas mil valores
que le faltan al mundo,
y en tu hermosa humildad,
atesoras un alma
que expande al infinito
tu esencia angelical.
Estás hecho de luz,
de cristal musical,
de suavidad de rosa,
de perdón y de paz.
Vestigio de bondad
que ignoraban mis ojos
hasta ahora.
Caudal del corazón
anegando de vida
los pliegues de mi pecho.
Tus armas:
la franqueza y la sonrisa;
la inocencia que anida
y arraiga en tu regazo.
Me escuchas,
comprendes y consuelas…
Temes hacerme daño
y empapas tus palabras
de impoluto respeto.
Gracias por enseñarme
inéditos paisajes
que la sombra ocultaba,
por mostrarme el amor
en su estado más puro,
y por toda la dicha
que a diario me brindas.